El extremo este del cementerio del kibutz Kfar Aza nos brinda una vista de Gaza, especialmente desde la tumba de Jimmy Kedoshim, habitante de Kfar Aza de 48 años que cayó víctima de una granada de mortero.
Esa vista se fue haciendo muy conocida durante el funeral, puesto que cada ráfaga de viento a través de los árboles despertaba la inquietud de que otro ataque de morteros podría estar en camino, y apartaba las miradas de los asistentes del sepulcro de Jimmy hacia Gaza, apenas visible en el horizonte de los campos dorados allí detrás.
Se supone que en el kibutz la vida es tranquila, una vida orientada hacia la comunidad, donde la gente no sólo se conoce, sino que dependen los unos de los otros.
“Creo que es la mejor manera de crecer”, dice Hadás Golán, una muchacha de 23 años que está por viajar a Los Ángeles (California) para hablar en un acto de la juventud de la United Synagogue sobre la vida en la región del Néguev Occidental. “Los niños crecen muy cercanos los unos de los otros, pueden andar solos por el kibutz y pasan a las viviendas estudiantiles cuando ingresan en la escuela secundaria”.
En este mismo momento, Kfar Aza es ese lugar. Los niños juegan en el parque, el césped es verde, y los árboles están llenos de flores. Pero esta tranquilidad es bastante poco habitual en Kfar Aza. Esa paz suele verse alterada por el fuego de cohetes y morteros proveniente de Gaza, que está a unos pocos kilómetros del kibutz.
Después del funeral de Jimmy Kedoshim, Hadás Golán nos hace una gira por el kibutz, mostrándonos las aulas y áreas de juegos de los niños pequeños, el comedor donde almuerzan los mayores y dónde hacen las compras.
Por supuesto, también hay un refugio cerca, adonde la gente puede correr cuando suena la sirena de la alarma “Tzeva Adom”.
La alarma es parte del sistema instalado a lo largo de la frontera para alertar a los habitantes del Néguev Occidental cuando los terroristas lanzan cohetes desde la Franja de Gaza. El sistema capta la señal térmica del cohete y dispara las alarmas; esto les da a los habitantes 15 segundos para guarecerse.
“Corremos a los refugios cada vez que suena la alarma Tzeva Adom, pero las paredes del refugio tienen un grosor de sólo 20 cm”, dice Hadás. “Con un impacto directo no se salva nadie. No estoy segura de que tengamos refugios con paredes de 40 cm”.
Los cohetes Kasam son algo a lo cual la gente del kibutz se ha venido acostumbrando. Si bien se sobresaltan un poco al oír a alguien con un megáfono ellos ya “conocen la maniobra”. Cuando suenan las sirenas, corren al refugio. Pero ahora, Hamás esta utilizando un nuevo armamento contra la población civil del Néguev Occidental: morteros avanzados.
Mientras que en el pasado Hamás utilizaba morteros de pequeño calibre y fabricación casera, ahora ha recibido los morteros de 120 mm de fabricación iraní, con un alcance de hasta 10 km, para bombardear las poblaciones del Néguev Occidental. No como en el caso de los cohetes, para los morteros no hay sistema de alarma, porque éstos no emiten la señal térmica que dispara la alerta Tzeva Adom, y vuelan a mayor velocidad.
“Esto es nuevo para nosotros” dice Hadás. “Para los Kasam tenemos la alarma, pero los proyectiles de mortero son distintos y no tenemos alerta. No sabemos que tenemos que refugiarnos hasta que uno de ellos da en el blanco”.
Y ese momento puede ser demasiado tarde, como lo fue en el caso de Jimmy Kedoshim.
Mientras Hadás sigue mostrándome el kibutz, me señala la piscina, que en este momento no se usa.
“El kibutz Mefalsim no habilita la piscina este año, así que los niños de ellos iban a venir a nadar en la nuestra”, me dice, “todavía no vienen por el peligro, pero esperamos que más adelante puedan venir”.
El bombardeo constante con cohetes y el aumento de ataques con morteros no sólo han cambiado la forma de vida de los residentes; según Hadás, les han cambiado la forma de pensar.
“En un sitio normal, si usted ve un edificio dañado o un hueco en la carretera, hay un millón de explicaciones posibles, pero aquí, para nosotros, sólo hay una. Y después de todo este tiempo, ya no nos preguntamos si es que va a pasar, sólo cuándo va a pasar. Y cuando pasa, pensamos que es cosa del destino”.
Saliendo del kibutz, vemos un grupo de adultos que vienen de la escuela; Hadás explica que son trabajadores sociales que han venido a ayudar a los niños a enfrentar la muerte de Jimmy y los ataques incesantes. Jimmy era muy conocido como uno de los líderes del kibutz, y particularmente para los niños, porque durante años les hacía una demostración de paracaidismo en el Día de la Independencia (Yom Ha’atzmaut).
Aun sin los disparos de cohetes y morteros, en estos días la vida está muy lejos de ser tranquila en Kfar Aza. Spencer Ho se graduó en periodismo de prensa en la Escuela Cronkite de Periodismo y Comunicación de Masas de la Universidad del Estado de Arizona en 2003, y está haciendo su práctica profesional en el Sderot Media Center