“Ya no puedo esconderme detrás de la ignorancia”

Centenares de estudiantes respondieron al llamamiento y fueron a Sderot en las vacaciones de Sucot. Esto es lo que vieron.

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Vine a Israel desde el pequeño estado de Connecticut por varias razones, entre ellas el deseo de viajar, aprender y ofrecerme como voluntario. Durante el año pasado, en que trabajé como voluntario, sólo había oído hablar de Sderot, una pequeña ciudad en el sur del país, situada a menos de dos kilómetros de la Franja de Gaza, pero nunca fui a visitarla.

Como mucha gente en Estados Unidos, estaba enterado del conflicto entre palestinos e israelíes y sabía que desde la Franja de Gaza se disparaban cohetes, pero nunca me paré a pensar en dónde caían esos cohetes. Nunca pensé en lo que podría significar el impacto de un cohete en mi ciudad, en mi casa, en mi habitación. Eso era irrelevante para mí.

Pasé los últimos dos días en la ciudad de Sderot, allí donde caen los cohetes. Fui como participante de “Students Lead South”, una oportunidad de trabajar tres días como voluntarios organizada por estudiantes, y recorrí la ciudad guiado por Noam Bedein del Sderot Media Center (SderotMedia.com). Dediqué el tiempo a conocer la ciudad: a ver dónde caen los cohetes, a conversar con la gente que vive bajo la amenaza constante y el temor de los ataques, y a tratar de entender qué significa vivir en Sderot. Me di cuenta de que la situación de la gente de Sderot es relevante, y no sólo para mí, sino para todos aquellos en el mundo que se preocupan por salvar vidas de civiles inocentes. Ya no puedo comportarme como si no supiera.

Entre todos los residentes de Sderot con los que hablé, la historia de una persona me impactó muy profundamente. Java convirtió en realidad lo que los noticieros muestran como un montón de escombros. Estoy acostumbrado a pensar en el sufrimiento de la gente manteniendo la distancia, porque cuando se acerca demasiado, se hace doloroso, pero siento la obligación de compartir con ustedes la historia de Java, porque la situación de Sderot se mantiene oculta a los ojos del mundo, y si no actuamos de inmediato, matarán a más inocentes.

Java es la madre de tres niños. La historia comienza hace casi exactamente tres años, cuando oyó a su hija llamarla, llorando desesperada, porque un cohete Kasam, disparado por Hamás, le había pasado por encima de la cabeza antes de caer en la calle. Los médicos de la sala de urgencias tardaron cuatro horas en calmar a la niña, y eso fue sólo el comienzo. Esa misma noche cayó otro Kasam, y pocos días más tarde, en la festividad de Simjat Torá, otro cohete hizo impacto en Sderot. Java estaba acostumbrada a trabajar, pero con los incesantes ataques de cohetes, la imposibilidad de dormir por la noche y de tener un momento de tranquilidad, se sintió abrumada por el estrés.

Perdió el empleo. Ahora no puede dormir sin la ayuda de los somníferos que le recetaron. El sonido de las sirenas que se oyen casi a diario antes de la caída del cohete le trae recuerdos terribles. Por absurdo que parezca, sus niños hacen chistes sobre el tema de los cohetes, puesto que se han convertido en algo tan “normal” dentro de sus vidas.

Pero el trauma personal de un residente de Sderot no se limita sólo a él, sino que se extiende a toda la familia. El hijo de Java quería festejar su octavo cumpleaños en Sderot y ella invitó a sus familiares que viven en el centro de Israel. Todos querían venir, pero tenían miedo del peligro que significan los cohetes, y a Java le costó mucho convencerles de que vinieran a su casa.

Java me refirió las conversaciones con su hijo, que le preguntó: “si me mata un Kasam, ¿por cuánto tiempo vas a estar triste?” y “¿qué voy a hacer yo si te mata a ti?” No puedo ni imaginarme a un niño de ocho años haciéndole a su madre esas preguntas.

Después de pasar dos días aquí, sé lo que los medios de comunicación no pueden transmitir en un clip de dos segundos. El efecto psicológico de los ataques ha sido devastador para Java, y ella es sólo una de los miles de residentes de Sderot que sufren el mismo dolor y pasan por los mismos traumas. ¿Hace falta que se derrame una determinada cantidad de sangre para que actuemos?

Por si el cuadro de todo lo que no sabemos no es todavía bastante claro, quiero contar una cosa más que Java me contó. Al advertirse el lanzamiento del cohete, la gente no siempre tiene tiempo de encontrar refugio. Después de todo, son sólo quince segundos y el tiempo vuela cuando uno está sobrecogido por el pánico. En la ciudad hay manzanas enteras sin refugios. Java me explicó lo que hace si está con su hijo en un área sin refugios: el niño se tiende en el suelo, y ella lo cubre con su cuerpo. Un cohete repleto de explosivos pasa por encima de su cabeza y ella le ruega a Dios que no la mate con su niño tendido debajo de su cuerpo.

Esto no tendría que pasarle a nadie, ni a los padres, ni a los hijos, ni a nadie, pero está ocurriendo en Sderot, porque el Estado de Israel, los Estados Unidos y el resto del mundo no ayudan.

La ignorancia es una bendición. De lo que nada sé, no tengo que ocuparme. Espero que los que lean esto no sigan escondiéndose detrás de la ignorancia, para que las madres de Sderot no tengan que seguir usando su cuerpo como refugio para proteger a sus niños.

David Fain trabaja como voluntario en el Sderot Media Center

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